El emérito Juan Carlos I, y su hijo Felipe VI, mantienen una relación complicada, determinada por demandas judiciales, desencuentros públicos y una orden del rey que ha erradicado cualquier posibilidad de reconciliación.
Mientras tanto, Felipe VI, como rey de la Corona española, deberá analizar cómo preservar la estabilidad cuando la sombra de un rey caído sigue proyectándose sobre ella. La respuesta, quizás, recaerá en manos de Leonor, quien heredará el trono de una familia dividida.
1Las demandas que encendieron la mecha entre Felipe VI y Juan Carlos I

El conflicto actual comenzó hace unos meses, cuando Juan Carlos I sorprendió a la monarquía con una demanda inesperada contra Miguel Ángel Revilla, político cántabro muy apreciado en España. El emérito acusa a Revilla de vulnerar su honor. La medida se interpretó como un problema directo a Felipe VI, quien lleva años tratando de distanciarse de los escándalos de su padre para proteger la imagen de la Corona.
Pero el emérito fue más allá. Días después, también anunció una demanda contra Corinna Larsen, su expareja sentimental, pero eligió retirarla. Estas acciones legales, tomadas sin previo aviso a Zarzuela, evidenciaron una ruptura insalvable: «He callado mucho, por el bien de la institución y de España, pero hay cosas que no tolero más. Mi vida la gestiono yo», declaró Juan Carlos a su entorno, según reveló Monarquía Confidencial.
La molestia de Felipe VI inicia cuando se entera de las demandas por la prensa, lo que aumentó su enfado con su padre. Desde entonces, la comunicación entre ambos es inexistente o conflictiva. Fuentes cercanas a la Corona, citadas por EN Blau, explican que el rey actual ve estos actos como una amenaza al reinado de su hija Leonor.
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